domingo, 1 de junio de 2008

CIENCIA MODERNA

LECTURA N°. 8. FILOSOFÍA 11°
BASES DE LA CIENCIA MODERNA

La ciencia moderna empezó autómamente cuando combinan matemáticas, experimentación y control experimental en el S. XVII. Muchas veces ha sido presentado como un inicio brusco como consecuencia de eliminar losa de la metafísica y la religión que impidió su desarrollo. Esto suele ser un argumento de los ateos cientifistas y otros para atacar al cristianismo o al teísmo en general.
Esta actitud es una pura etiqueta que dejaría sin explicación un fenómeno tan complejo como el origen de la ciencia y que la evidencia histórica demuestra que hunde sus raíces en la baja edad media. Fue un proceso de elaboración progresivo desde aproximadamente el s. XIII y que desencadenó la aparición de la ciencia moderna en el s. XVII.
En este proceso suele aceptarse que influyó positivamente la matriz cultural teísta cristiana porque proporcionó una base de creencias culturalmente aceptadas y facilitaban los supuestos en los que se podía desarrollar la ciencia. Por supuesto, que hay que considerar la influencia de otros teísmos de otras culturas


CONTEXTO:

Tras el rico período del Renacimiento, durante el cual Europa entró en contacto con la ciencia de la Antigüedad, la primera mitad del siglo XVII es de una importancia capital en la historia del pensamiento científico pues ve nacer una nueva ciencia, moderna, experimental y cuantitativa, que se desarrollará en los siglos siguientes. Los progresos realizados en las matemáticas son importantísimos: nacen o se renuevan el álgebra, la teoría de los números, el cálculo de probabilidades, la geometría proyectiva y el cálculo infinitesimal. Las matemáticas se aplicarán a las diversas ramas de las ciencias físicas: a la dinámica, constituida en ciencia autónoma desde Galileo a Newton; a la mecánica celeste, cuyos principios fundamentales formularon Kepler y Newton con los precedentes copernicanos, y a la óptica. En el campo experimental se produjeron también enormes progresos gracias a la invención de las lentes y del microscopio, al descubrimiento de las leyes de la óptica geométrica y al estudio de fenómenos magnéticos y eléctricos. En medicina se descubre la circulación mayor de la sangre y se desarrolla la anatomía microscópica. Durante el siglo XVII se sustituyó la física de las cualidades por la física cuantitativa, el cosmos jerarquizado y cerrado por un Universo indefinido y el mundo sentido de la percepción inmediata por el mundo pensado del matemático.

Todo eso era nuevo entonces y para descubrirlo era necesario que se produjera una verdadera revolución, mirar el mundo con ojos nuevos. En efecto, estos progresos no se entenderían sin la profunda transformación de las mentalidades y los métodos científicos y sin la participación de investigadores audaces, todos ellos creadores de la ciencia moderna: Kepler, Galileo, Malebranche, Fermat, Leibniz, Newton, Bacon, Harvey, Napier, Pascal, Descartes, Gassendi, Torricelli y otros. El gran mérito de esos científicos fue que descubrieron y establecieron los principios y las bases de la ciencia moderna. En el terreno de los descubrimientos su aportación fue impresionante: las leyes de Kepler, la mecánica de Galileo, el sistema circulatorio de Harvey, la geometría de Descartes, la geología de Stenon, la óptica astronómica de Newton, etc. ¿Cómo se lograron esos resultados? La solución consistía en derrocar la idea de investigación y de ciencia que reinaba desde Aristóteles, atacar directamente su doctrina, sustituir el milagro griego por una nueva forma de contemplar la Naturaleza.
La nueva ciencia fue instaurada al margen de la enseñanza oficial. Esto puede apreciarse, en primer lugar, en la diversidad de ocupaciones y en el origen social de los científicos y, en segundo lugar, en las condiciones en que llevaron a cabo su labor científica. Los críticos de la situación en que se encontraba la enseñanza científica a principios del siglo XVII coinciden en gran medida en el diagnóstico de sus dolencias.

El crítico más sistemático fue Francis Bacon. En su obra "Advancement of learning" (1605) y más tarde en su "Novum organum" (1620), así como en el prefacio de la "Instauratio magna" (1620), ofrecía un diagnóstico mediante la interpretación de la historia del movimiento científico. En su opinión, sólo habían existido tres sociedades en las cuales, durante un corto espacio de tiempo, las ciencias progresasen: Grecia, Roma y la Europa de su tiempo. Pero aún en esos períodos favorables los avances habían sido vacilantes. Propugnaba como método de investigación una indagación de la naturaleza de tipo experimental. El fracaso de las ciencias teóricas para acrecentar sus conocimientos mediante la investigación lo comparaba Bacon al fracaso del sistema universitario de su época.
Científicos como Descartes y Torricelli urgían, por su parte, a que se procediese a una mayor extensión de los estudios científicos en las universidades y a una mayor dotación económica a los investigadores. Sin embargo, y pese a los críticos del sistema educativo universitario, los grandes hombres de ciencia fueron, sin excepción, graduados universitarios. Fueron las instituciones educativas tradicionales las que formaban a los hombres. De los estudios obligatorios de la lógica de Aristóteles y su física aprendieron los elementos de un sistema teórico científico, adquirieron una experiencia técnica y desembocaron en una nueva filosofía. Si es verdad que los graduados universitarios adquirieron una formación técnica fuera de la universidad, fue la formación universitaria recibida la que les hizo comprender la importancia de crear no sólo una tecnología científica, sino una nueva filosofía experimental.

La ciencia teórica mantenía aún su estructura tradicional en el "quadrivium" (aritmética, música, geometría y astronomía) para formar a la juventud en la virtud por medio de las humanidades, que se enriquecían con algo de óptica. Se estudiaba también medicina y física. La enseñanza tradicional de estos contenidos se reducía a la lectura y comentario de las obras de Euclides, Tolomeo, Aristóteles, Galeno y, cuando las circunstancias eran propicias, de autores más recientes. En 1650 ninguna universidad se había reorganizado conforme a los deseos de los innovadores. Las aportaciones oficiales se redujeron a la creación de nuevas cátedras y de algún material (físico, astronómico o botánico).

Tomado de: www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1886.htm


EL DETALLE HISTÓRICO DE LA IMPRENTA:

¿Por qué la invención de la imprenta fue una discontinuidad histórica, tecnológico-industrial, esencial como desencadenante de las revoluciones científicas que inauguraron la etapa moderna de la ciencia occidental, dando lugar con ello a otros importantes cambios sociales, económicos, políticos y culturales en el mundo? O sea, ¿por qué está la imprenta en el origen de ciencia moderna?

Porque la imprenta introdujo técnicas y formas de trabajo intelectual incomparablemente más potentes que las de la época de los manuscritos, que dinamizaron de manera espectacular la producción de conocimiento, lo que fue cristalizando en ideas y métodos novedosos y fecundos: un saber más fiable, experimental, compartido, acumulativo, crítico y progresivo:

1. Con la imprenta, desde mediados del siglo XV, se fue generando una acumulación de conocimiento sin apenas precedentes en la Historia. Se recuperó e imprimió toda la sabiduría tradicional, que circuló con profusión desconocida antes y estuvo fácilmente accesible a los intelectuales europeos, cuyas nuevas creaciones también se agregaron al conocimiento social disponible, en acelerado crecimiento, promoviéndose una fácil intercomunicación entre los eruditos.

2. Con la imprenta terminó la veneración del saber idealizado del pretérito, conocido antes a duras penas a través de textos copiados a mano, con errores, y además dificilísimos de conseguir. La familiarización con múltiples fuentes impresas del saber y la contemplación desde cerca de las discrepancias entre unas y otras, y de sus posibles equivocaciones, estimuló la crítica intelectual de la tradición y el recurso a la observación y la experiencia para dirimir las controversias.

3. Con la imprenta resultó mucho más fácil y rápido que antes, en ediciones sucesivas de una obra o en obras diferentes, enmendar gradualmente errores, subsanar omisiones, corregir observaciones y datos, mejorar la organización de la información, perfeccionar en suma los resultados de la indagación. Se abrió paso sobre bases firmes al progreso en la calidad y cantidad del conocimiento público fiable.

Es decir, la nueva industria de la comunicación, y no un genio o espíritu de la Modernidad, provocó la eferverscencia intelectual que revolucionó los saberes hasta desembocar en la ciencia del s. XVII


HOMBRES Y DOGTRINAS QUE MARCARON LA CIENCIA MODERNA

Galileo.
Galileo nació el 15 de febrero de 1564 en Pisa. En 1581, ingresó en la Universidad de Pisa para estudiar Medicina y fue expulsado en el tercer año de medicina por su actitud. Entonces se trasladó a Florencia para aprender Filosofía y Matemáticas.

Siendo estudiante en Pisa en un oficio religioso, observó la regularidad con que oscilaba la gran araña de la catedral midiéndola con su propio pulso. A partir de este hecho, repitió el experimento con péndulos y descubrió que el periodo de vibración es independiente de la masa del péndulo y de la amplitud del movimiento y sólo depende de la longitud. Esta ley es la base la construcción de los relojes.

En 1589 fue nombrado profesor de matemáticas de la Universidad de Pisa y, posiblemente influido por la obra del español Domingo de Soto, estudió la caída de graves ( y el movimiento de proyectiles y se opuso a la Mecánica de Aristóteles que sostiene que la velocidad de caída de los cuerpos era proporcional a su peso La leyenda cuenta que los dejaba caer desde la torre de Pisa que con su inclinación facilitaba el experimento. Lo cierto es que utilizó planos inclinados y clepsidras (relojes de agua) para obtener datos precisos. Justamente la falta de precisión en las observaciones permitía mantener la Física aristotélica. En 1592 no le renovaron su contrato, posiblemente por su enfrentarse a la Física aristotélica pero fue admitido en la Universidad de Padua, donde continuó hasta 1610 y gozó de un gran prestigio.

Galileo es el precursor del actual Método Científico. Hasta ese momento, la ciencia estaba dominada por la influencia de Aristóteles, en el que la deducción: se partía de los principios evidentemente ciertos, llamados axiomas, y sólo mediante la capacidad de deducción, se construían las teorías.

Galileo, incorpora la importancia de la inducción. Así, antes de formular ninguna teoría es necesaria la realización de experimentos que se puedan repetir y que involucren magnitudes que se puedan medir.

En 1609, poco tiempo después de la invención del telescopio (aunque aún se discute quién fue su inventor, normalmente se le atribuye a Hans Lippershey sobre 1608) Galileo construyó el suyo.

Fue el primero en realizar descubrimientos astronómicos como centenares de nuevas estrellas, los cráteres en la luna, las fases de Venus, los anillos de Saturno, las manchas solar y la rotación del sol y los cuatro satélites internos de Júpiter gracias al telescopio. Estos descubrimientos fueron publicados en 1610 en su obra Sidereus Nuntius.

Galileo fue perturbador en muchas facetas de su vida, por ejemplo, rechazaba el uso de las ropas académicas instituidas porque eran incómodas por lo que fue sancionado en varias ocasiones. También mantuvo relaciones con una mujer a pesar de su condición de clérigo con la que fue padre de dos hijas a las que obligó a ingresar en un convento antes de la edad requerida a un convento.

En 1616 se amonestó a Galileo, para que abandonara la teoría heliocéntrica y se abstuviera de defenderla.

En 1623 se pretendió denunciar a Galileo por su filosofía atomista, expuesta brevemente en Il Saggiatore. Se le acusaba de negar la objetividad de las cualidades sensibles (olor, sabor tacto del pan,...) en contra de la doctrina del Concilio de Trento sobre la Eucaristía, según la cual, después de la consagración, se encuentran las especies sacramentales sin su sujeto natural.

También en 1632, apareció Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo apoyado, en principio, por el Papa Urbano VIII. Sin embargo, esta obra resultó ser una sátira en la que el Papa estaba representado por un personaje llamado Simplicio que era vencido en el diálogo que mostraba los inconvenientes del modelo geocéntrico de Ptolomeo frente al modelo heliocéntrico copernicano. El libro fue prohibido en 1632 y su autor fue citado ante el tribunal de la Inquisición y obligado a retractarse de públicamente. Si creemos en la leyenda, cuando se levantó murmuró la célebre frase Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve) Después del proceso, Galileo fue condenado a prisión domiciliaria primero en Siena y después en las afueras de Florencia. Su último libro fue Diálogos de las Nuevas Ciencias, que condensa todos sus estudios sobre el movimiento y la mecánica y se imprimió clandestinamente en Holanda, en 1638.

La observación del sol sin las debidas precauciones lo sumergió en la ceguera durante los últimos años de su vida y murió el 8 de enero de 1642, cuando trabajaba con su hijo en la puesta punto de un reloj con péndulo regulador. En 1656, el astrónomo holandés Christian Huygens utilizó los principios descubiertos por Galileo para construir los primeros relojes de precisión.

Galileo inicia el desarrollo de la Ciencia como la conocemos hoy, pero su influencia también fue decisiva para la historia, la técnica y la navegación Para comprender esto, veamos cuál era su entorno histórico, político y científico.

Progresos cartográficos y náuticos.

En el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles dio dos argumentos para comprender que la Tierra es esférica. Por una parte, la sombra de la Tierra proyectada en la Luna durante un eclipse es curva. Por otra, la elevación de las estrellas es distinta según sean observadas más al Norte o al Sur. Hay otro motivo importante: desde cualquier puerto se ve como al alejarse los barcos desaparece en el horizonte: primero el casco y después se hunden los palos independientemente de la dirección que tomen. Esta constante es característica de una superficie esférica. En el año 230 antes de Cristo, Eratóstenes estableció el radio de la Tierra en 6400 Km. El radio medio es de 6371 Km.

La determinación de una posición sobre la superficie de la Tierra es un problema más difícil cuya importancia en la navegación es doble: Por una parte, debemos conocer nuestra posición y por otra, debemos saber a dónde nos dirigimos.

El cálculo de la posición involucra la medida de dos ángulos: la latitud y la longitud. La latitud de una posición es igual a la elevación de una estrella situada sobre el Polo Norte (posición temporal por el efecto de la precesión: el eje de la tierra gira describiendo un cono cuyo abertura mide 47º cada 26.000 años) y es relativamente fácil de calcular.

La longitud es mucho más difícil de medir. Una posibilidad consiste en obtenerla observando a qué hora ocurre un acontecimiento celeste cuya hora sea previamente sabida para un lugar de la Tierra conocido y restar ambas horas: cada hora de diferencia representa una longitud 15º diferente. Este método precisa de un reloj preciso.

El propio Colón intentó estimar su longitud en su cuarto viaje al Nuevo Mundo observando a qué hora ocurría un eclipse lunar en el puerto de Santa Gloria, Jamaica el 29 de febrero de 1504. Estimó siete horas y quince minutos al oeste de Cádiz, según la hora predicha en un almanaque que llevó a bordo. Descubrió un error de aproximadamente de 38º respecto a su estimación anterior.

En 1598, Felipe III (1578-1621), rey de España, Portugal y las Dos Sicilias (Sicilia y Nápoles) ofreció un premio de 6.000 ducados más 2.000 de renta vitalicia y otros 1.000 de ayuda de costa para quien fuese capaz de proporcionar un método para determinar la longitud en el mar. Se recibieron muchas ideas descabelladas y la primera respuesta con un proyecto razonable se debió a Galileo en 1616. Pensó en utilizar los eclipses de los satélites de Júpiter como un reloj celestial para la determinación práctica de longitudes, pero la necesidad de calcular efemérides exactas y la dificultad de observar los satélites a bordo de una nave indujeron a los asesores de Felipe III a rechazar esta posibilidad. Sin embargo, con el procedimiento propuesto por Galileo, el astrónomo inglés James Bradley determinó en 1726 las longitudes de Lisboa y Nueva York.

En cualquier caso, la relación entre la corona española y Galileo debió de ser bastante importante. Por una parte, el español Domingo de Soto (1494-1560), como Galileo, fue pionero en el estudio de la cinemática, en particular la caída de graves y el movimiento uniformemente acelerado. Sus principales obras son Comentarios y Cuestiones a la Física de Aristóteles y Cuestiones de Física. Es posible que influyera sobre Galileo.

Por otra parte, Benito Daza Cortés (1591-1623) notario del Santo Oficio, escribió Uso de los Anteojos publicado en 1623. La última parte de esta obra se compone de cuatro Diálogos. El último contiene la primera referencia de la literatura española al telescopio y a la observación de la Luna y las estrellas y se titula Siderus Nuncius, como la obra publicada por Galileo diez años antes y seguramente bajo su la influencia.

Mucho más tarde, en 1714, el gobierno inglés ofreció un premio de 20.000 libras para quien hallara la forma de calcular la posición de una nave con un error menor de medio grado. El cartógrafo alemán Tobias Mayer, con los nuevos métodos de Euler, presentó en 1757 unas tablas de la posición de la luna. Por otra parte, el artesano británico John Harrison proporcionó el cronómetro marino basado en los relojes de precisión de Huygens. Ambos métodos se fundamentan en los estudios de Galileo

Los inicios de la astronomía moderna.
Copérnico (1473-1543) finalizó después de muchos años de estudio su trabajo sobre la teoría heliocéntrica. Esta teoría, sin embargo, también requería de complicados mecanismos, los epiciclos para la explicación de los movimientos planetarios y en la práctica, los cálculos para predecir sucesos astronómicos eran tan complejos como en la teoría geocéntrica de Ptolomeo, porque las trayectorias de los cuerpos celestes se descomponían siempre en círculos perfectos.

Amigos de Copérnico publicaron su trabajo principal titulado Sobre las revoluciones de las esferas celeste", cuya copia, se dice, recibió Copérnico en su lecho de muerte.
La teoría heliocéntrica tuvo una expansión rápida pero también fue criticada pronto sobre todo por teólogos protestantes pero la iglesia católica no se opuso a la obra de Copérnico hasta 1616, fecha del primer proceso contra Galileo.

El astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) no aceptó la teoría heliocéntrica. En su opinión, la tierra era el centro del universo y el Sol, la Luna y la bóveda celeste ( se creía que las estrellas estaban fijadas en una esfera rígida) giraban a su alrededor aunque Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno giraban alrededor del sol. Según su criterio, si el Sol estuviera inmóvil en el centro de la esfera celeste y la Tierra diera una vuelta alrededor del Sol cada año, se debería notar por efecto del paralaje un cambio en la posición de las estrellas según la estación del año. Cuando una estrella es observada desde la derecha del sol, se debería un poco más a la izquierda que seis meses antes, cuando se observaba desde el otro lado de la órbita. En cambio, si fuera la Tierra la que ocupara el centro de la esfera celeste, las estrellas siempre se verían en el mismo sitio. Sus observaciones con instrumentos de alta precisión lo convencieron de que las estrellas siempre estaban en la misma posición.

A juicio de Tycho Brahe, si la teoría de Copérnico fuera cierta y la Tierra no estuviera fija, la distancia hasta las estrellas debería ser tan grande que impediría apreciarlo. Con la precisión de sus instrumentos, la distancia entre la Tierra y las estrellas debieran ser 3.000 veces superior a la distancia entre la Tierra y el Sol.

Como también había estimado el diámetro aparente de las estrellas, calculó que la distancia a las estrellas de primera magnitud era unas 2.000 veces mayor que su diámetro real. Combinando esto con la cifra anterior, resulta que el diámetro de algunas estrellas es superior a la distancia de la Tierra al Sol.

No parecía tener ningún sentido que el universo contuviese muchos objetos grandes en los bordes, pero que en el centro hubiera un inmenso espacio vacío ocupado únicamente por un sol mucho menor que ellos, seis planetitas todavía más diminutos, y la luna, menor aún y Brahe creyó demostrar sin ninguna duda que Copérnico estaba equivocado: la Tierra está siempre a la misma distancia de las estrellas, pero el sol no.

Las observaciones de Tycho Brahe nunca fueron publicadas durante su vida aunque Kepler (1571-1630) consiguió su cesión y con ellas dedujo que la órbita de los planetas es elíptica las leyes de Kepler. Estas novedades permitieron hacer predicciones mucho más exactas (en 1627 Kepler publicó las Tablas rodolfinas (en honor al emperador Rodolfo que fueron la base de todos los cálculos de órbitas celeste durante varios decenios) y acrecentaron la confianza en el sistema heliocéntrico.

Europa dividida por la religión.
Durante el reinado de Felipe II (1527-1598), las maniobras diplomáticas y militares de los poderes católicos persiguieron la supresión del protestantismo que se había asentado en sus posesiones en los Países Bajos. Los fundadores de las iglesias protestantes más importantes son Lutero (1483-1546), Calvino (1509-1564) y Enrique VIII (1509-1547).
En 1567, Felipe II puso bajo las órdenes del Duque de Alba un ejército formado por 60.000 hombres para luchar contra el protestantismo en los Países Bajos. En 1578, después de una serie de retrocesos católicos en las provincias holandesas, los tercios españoles, ahora bajo el orden del Duque de Parma, reconquistaron las provincias rebeldes y España amenazaba a Francia, Inglaterra, y los estados alemanes protestantes.
Como consecuencia, estos países ayudaron a los holandeses y Felipe II recibió el apoyo del papa Sixto V, quien financió parte de la expedición de la armada invencible y formó la Armada Vaticana, para restaurar el catolicismo en Inglaterra donde el anglicanismo había sido instituido por Enrique VIII.

Otra razón que descompuso las relaciones entre España y Inglaterra desde 1569 fue el esfuerzo español para proteger su monopolio comercial con América porque las naves enviadas a sus colonias en el Nuevo eran hostigadas por corsarios ingleses como John Hawkins y Sir Francis Drake animados por la reina Isabel de Inglaterra.
Además, María Estuardo, reina católica de Escocia, se vio obligada a abdicar en su hijo en 1568 por la presión de los protestantes y buscó refugio en Inglaterra bajo la protección de su prima Isabel. Alegando ilegitimidad de Isabel reclamo el trono de Inglaterra y fue apoyada por las fuertes minorías católicas. Sin embargo, Isabel logró dominar la conspiración y mantuvo a Maria Estuardo prisionera hasta su ejecución en 1587. En este año llevó a cabo la expedición de la Armada Invencible.

Aunque la derrota de la Armada Invencible acabó con la supremacía marítima de España y Portugal a favor de Inglaterra, los conflictos entre los poderes católicos y protestantes continuaron hasta la Guerra de los Treinta Años entre 1618 y 1648 y que terminó con la segregación de los Países Bajos del Imperio, entre otras consecuencias.

El proceso de Galileo.
Galileo, sufrió dos procesos inquisitoriales: el primero en 1616 y el segundo en 1636. El proceso de 1616 coincide en el tiempo con el descubrimiento de las lunas jovianas, que terminó por influir en la cartografía y, por lo tanto, en la navegación.

Las ideas de Galileo eran perturbadoras por varios motivos
· Galileo se basó en sus descubrimientos para criticar la física aristotélica. Los profesores aristotélicos, quedaban en ridículo y atacaron a Galileo incluso con argumentos teológicos (la pretendida contradicción entre Copérnico y la Biblia).
· La Iglesia católica era muy suspicaz con las interpretaciones de la Biblia, distintas nuevas porque el enfrentamiento con el protestantismo era muy fuerte.
· Los descubrimientos astronómicos tenían gran influencia sobre la cartografía y la navegación, es decir, eran hallazgos militares y su difusión era inconveniente.
En este proceso se amonestó públicamente a Galileo para que abandonara la teoría heliocéntrica de Copérnico y fueron prohibidas tres obras
· Acerca de las Revoluciones de Nicolás Copérnico, publicado en 1543, donde se exponía la teoría heliocéntrica de modo científico.
· Un comentario del agustino Diego de Zúñiga, publicado en Toledo en 1584 y en Roma en 1591, que interpretaba algún pasaje de la Biblia según el heliocentrismo.
· Un opúsculo del carmelita Paolo Foscarini, publicado en 1615, donde se defendía que el sistema de Copérnico no está en contra de la Sagrada Escritura.

El motivo que se daba en el decreto para esas censuras era que la doctrina que defiende que la Tierra se mueve y el Sol está en reposo es falsa y completamente contraria a la Sagrada Escritura. El opúsculo de Foscarini fue prohibido absolutamente. En cambio, los libros de Copérnico y de Zúñiga solamente fueron suspendidos hasta que se corrigieran algunos pasajes y se aprobaron en pocos años.

En 1633, fue procesado de nuevo por seguir defendiendo la teoría heliocéntrica en su obra. A pesar de que el Papa Urbano VIII no la consideraba herética, la veía inadecuada y no quería que se tratara el movimiento de la Tierra como algo real, sólo un como un artificio que facilitaba los cálculos pero Galileo no siguió estas directrices. El Diálogo se acabó de imprimir en Florencia el 21 de febrero de 1632. Galileo envió enseguida ejemplares a sus colegas por toda Europa en unas fechas en que el continente estaba en pleno desarrollo la Guerra de los Treinta Años.

El Papa, junto con la Congregación, decidió que se condenase a Galileo y que abjurase de su opinión y concedió a Galileo que regresara a su casa en las afueras de Florencia para cumplir su reclusión. La condena de 1633 no era irrevocable y en el año 1741 Benedicto XIV, ante la prueba óptica de que la tierra seguía una órbita en torno del sol, rehabilito la obra de Galileo.