domingo, 20 de julio de 2008

IDEALISMO EN FICHTE

FICHTE

INTRODUCCIÓN

La tesis aborda la cuestión del primer principio en los inicios del idealismo alemán y contrapone la concepción de Fichte y Schelling. Mientras fichte establece un principio trascendental de carácter práctico capaz de explicar la unidad teoría- praxis, schelling hace una lectura teórica del principio Fichteano y emprende así el proyecto de una ontología inspirada en la recepción de Spinoza que tiene lugar en la década de los noventa. A fin de aclarar esta oposición se analiza la trayectoria Fichteana hasta 1794, fecha en la que Schelling parece adherirse a su sistema, y se muestra que en ese momento Schelling solo conoce los escritos de fichte que - deudores de reinhold en la noción formal de sistema- tienen la apariencia de una ontología. A continuación se estudia la evolución de schelling desde 1794 hasta el momento de su ruptura con fichte en el cambio de siglo

FICHTE

Filósofo alemán, segunda figura en el tiempo –después de Kant– del idealismo alemán clásico. Profesor de las Universidades de Jena (de la que fue despedido por acusación de ateísmo) y de Berlín. Fichte criticaba los privilegios estamentales, era partidario de la unificación de Alemania y de poner fin a la fragmentación feudal. Subrayó el significado de la filosofía “práctica” de las cuestiones relacionadas con la fundamentación de la moral y de la estructura jurídica del Estado, pero redujo la “práctica” a la actividad de la mera conciencia moral. Consideraba como premisa de la filosofía “práctica” un sistema teórico científicamente elaborado, una ciencia sobre la ciencia o “teoría de la ciencia”. En la base de la “Teoría de la ciencia” de Fichte (1794) se encuentra la concepción del idealismo subjetivo.

Fichte desechó la teoría de Kant sobre la “cosa en sí” e intentó inferir de un solo principio idealista subjetivo toda la diversidad de las formas del conocimiento. Este principio consiste en que el filósofo presupone la existencia de cierto sujeto absoluto al que atribuye actividad sin fin y al que considera creador del mundo. El “Yo” inicial fichteano no sólo no es un “Yo” individual ni una substancia análoga a la substancia de Spinoza, sino la actividad moral de la conciencia. De este “Yo” místico inicial, infiere Fichte el “Yo” singular, por el que entiende no un sujeto absoluto, sino tan sólo un sujeto humano limitado o “Yo” empírico, al que se contrapone la naturaleza, también empírica. De ello saca Fichte en conclusión que la filosofía teórica, después de admitir el “Yo” y el “no-Yo” los contrapone necesariamente uno al otro en el marco del mismo “Yo” absoluto como resultado de su limitación o división. Siguiendo este original método de “admisión” “contraposición” y “síntesis”, Fichte desarrolló un sistema de categorías del ser y del pensar tanto teóricas como prácticas. El método de Fichte, en el que están desarrollados algunos rasgos de la dialéctica idealista, se denomina “antitético”, pues no deduce propiamente la antítesis de la tesis, sino que la coloca al lado de ella como su opuesto.

Fichte tomaba como órgano del conocimiento racional la contemplación mental inmediata de la verdad, es decir, la “intuición intelectual”. En la filosofía de Fichte, al lado de su doctrina fundamental: el idealismo subjetivo, se encuentran vacilaciones hacia el idealismo objetivo, que se acentuaron en los últimos años de su vida. En ética, el problema capital, para Fichte, fue el de la libertad, problema que despertaba un interés creciente en virtud de los acontecimientos de la Revolución Francesa. De modo análogo a Spinoza, Fichte no ve en la libertad un acto sin causa, sino una acción basada en el conocimiento de la necesidad ineludible. Sin embargo, a diferencia de Spinoza, Fichte no hace depender de la sabiduría individual el grado de libertad al que pueden acceder los hombres, sino de la época histórica a que el individuo pertenece. No encontrando fuerzas para superar las ilusiones engendradas por el atraso de la Alemania de su tiempo, Fichte elaboró un proyecto utópico para organizar la sociedad burguesa alemana en forma de “Estado comercial cerrado”. Expresando las peculiaridades del desarrollo burgués de Alemania, dicho proyecto se distingue por una serie de caracteres reaccionarios, entre ellos el de la excepcionalidad de la nación alemana. Los clásicos del marxismo-leninismo han valorado profundamente las partes progresivas y los aspectos reaccionarios de la doctrina de Fichte. Engels citó a Fichte entre los filósofos de quienes los comunistas alemanes tienen a orgullo descender.

La idea dominante de Fichte es que todo cuanto hay y puede haber sale del yo, o más bien, que nada hay real sino el yo, y que todo lo que aparece como distinto del yo es mera ilusión, pues que aun el mismo no yo es el yo en cuanto se opone a sí propio y se limita. El sistema de Fichte es el panteísmo idealista llevado al más extravagante refinamiento.

Fichte empieza por declarar que se propone buscar el principio más absoluto, el principio absolutamente incondicional de todo conocimiento humano. ¿Semejante principio puede ser encontrado? Fichte se digna atender a esta cuestión preliminar: supone la posibilidad, y se lisonjea de conseguir su objeto. El carácter de este principio será el de “un acto que no se presente ni se pueda presentar entre las determinaciones empíricas de nuestra conciencia, y que por el contrario sea el fundamento y la condición de posibilidad de toda conciencia”. Pero entonces, ¿cómo lo podremos conocer? ¿Dónde lo buscará Fichte, él que sólo toma por base la conciencia? El filósofo no se cuida de esta dificultad, que, sin embargo, es harto grave.

El principio fundamental de Fichte es el mismo de Descartes: yo pienso, luego soy; mas para descubrir esta coincidencia es necesario resignarse a seguir al filósofo alemán por entre malezas y escabrosidades y asistir a combinaciones que parecen cabalísticas: A es A, o A igual a A; asombroso descubrimiento. Pero aquí no se afirma que A exista; sólo se establece la identidad de A con A; esta relación puede ser llamada X. Esta X ha de estar puesta en un A; es decir, en el yo, que es quien la percibe y la juzga. (V. Filosof. fund., lib. I, cap. VII.) Todo esto se reduce a consignar que hay en nosotros pensamiento, y por consiguiente ser pensante: yo pienso, luego soy.

Mas no se crea que Fichte se satisfaga con las modestas consecuencias que de semejante principio sacaron Descartes y los metafísicos más eminentes; el filósofo alemán se lanza por regiones desconocidas, oscuras, misteriosas. “El yo se pone a sí mismo, y existe en virtud de esta simple acción; y recíprocamente el yo existe y pone su ser simplemente en virtud de su ser. Es al mismo tiempo el agente y el producto de la acción, lo que obra y lo que es producido por la acción...”

El yo se pone a sí mismo absolutamente porque existe, se pone a sí mismo por el simple hecho de su existencia, y existe simplemente porque es puesto...”El yo sujeto absoluto es este ser que existe simplemente, porque se pone a sí mismo como existente. Es en cuanto se pone, y en cuanto es en tanto se pone. El yo existe,pues, absoluta y necesariamente para el yo. Lo que no existe para sí mismo no es yo.”
Por manera que, según Fichte, ser y conocerse es una misma cosa; el yo es porque se conoce, y se conoce porque es; y todo esto absoluta y necesariamente. Así el yo resulta divinizado, el yo se hace Dios; pero ¿habrá quien se complazca en esa divinización fundada en tamaños absurdos? ¿Con qué derecho confunde Fichte el ser con el conocerse, lo producido con lo producente, la causa con el efecto? ¿Con qué derecho pervierte todos los principios de la razón, estableciendo proposiciones contradictorias? ¿No le parece al lector que se halla sumergido en un caos donde experimenta vértigos, donde palpa tinieblas? Pues todavía no hemos concluído. Sigamos oyendo a Fichte.

“El yo —continúa el filósofo alemán— es infinito.” ¿Por qué? “El yo se determina a sí mismo; se concede al yo la totalidad absoluta de la realidad, porque es puesto absolutamente como realidad, y ninguna negación es puesta en él...
“No hay realidad sino en el entendimiento, que es la facultad de lo real; lo ideal se hace real en él.” El yo no es sino lo que él se pone; es infinito, es decir, se pone infinito.
Creo que todo esto no necesita impugnación: insertarlo es refutarlo.
¿Quién ha hecho el mundo? O ¿quién ha hecho la que no es el yo? ¡Ilusión! Fuera del yo no hay nada. “Toda realidad es yo, es decir, el yo no es más que actividad; el yo no es yo sino en cuanto es activo; y en cuanto no es activo es el no yo...” El yo y el no yo son ambos igualmente productos de acciones primitivas del yo.
”El yo y el no yo en cuanto son puestos idénticos y opuestos por la noción de la limitación recíproca son algo en el yo (accidentes), como sustancias divisibles, puestas por el yo, sujeto absoluto, ilimitable, al cual nada es idéntico y nada es opuesto. En cuanto el yo es absoluto, es infinito e ilimitado, él pone todo lo que existe, y lo que él no pone no existe para él, y fuera de él no hay nada. Todo lo que él pone lo pone como el yo; y él pone el yo como todo lo que él pone; por consiguiente el yo, bajo este aspecto, abraza en sí toda realidad; es decir, una realidad infinita e ilimitada. En cuanto al yo se opone un no yo, pone necesariamente límites, y se pone a sí mismo en estos límites. El reparte entre el yo y el no yo la totalidad de lo que es puesto en general.” (Doctrina de la ciencia.)
Basta, que esto fatiga; he querido exponer el sistema de Fichte con sus propias palabras, porque era preciso dejarle la responsabilidad de los absurdos en el fondo y de los enigmas de la forma. Lo único que resulta claro es que para Fichte hay una unidad absoluta; que todo lo que parece multiplicidad son meras apariencias; que nuestra propia conciencia no es más que un fenómeno del ser absoluto; que lo mismo sucede con el mundo exterior; el panteísmo idealista puro, presentado como él merece, bajo la forma del caos. (Filoso fund., lib. XI, capítulos XVIII y XIX. —Teodicea, cap. X.)