jueves, 17 de julio de 2008

SISTEMA SACRIFICIAL

MODELO MIMÉTICO

MECANISMOS de fuerza y poderío
Quiero esbozar ahora cómo las instituciones, la cultura, se han articulado desde dinamismos sacrificiales, generadores de violencia y víctimas, desarrollando un mecanismo desde la fuerza y el poderío. De igual forma me detendré a mostrar los elementos constitutivos de esos sistemas sacrificiales.

1. Deseo y mimesis
En primer lugar abordaré el binomio deseo-mímesis como punto inicial de los sistemas sacrificiales. Al hablar de deseo-mímesis nos referimos a la imitación de lo que es el otro. El hecho de encontrarnos en completa alteridad hace que nuestro deseo funcione según el deseo del otro.

Estamos en un juego de completa alteridad en el cual imitamos lo que es el otro. Y es en ese juego de completa alteridad en el que aparece la capacidad imitativa: imitar lo que es el otro. Pero no sólo se imita de manera pasiva lo que el otro es, cada cual tiene la capacidad de imitar o no imitar, dando paso así a la resistencia de lo que es el otro. Surge la capacidad de conflicto que de igual forma nos viene del otro. El es quien provoca mi deseo. Se hace mi rival, dando paso a la envidia y violencia.[1]

El deseo no aparece en una relación diádica, yo-tú, yo-él-ella, sino en una relación triádica, es decir, yo, tú y el deseo común. Y dado que dos o más deseamos lo mismo se genera la rivalidad y de la rivalidad se pasa a la destrucción o violencia. Es lo que René Girard[2] denomina rivalidad mimética. El otro que provoca mi deseo se transforma en mi rival. De una situación de fascinación recíproca se pasa a desencadenar un círculo interminable de violencia, una escalada de contagio mimético. Se entiende porqué la violencia no se resuelve exclusivamente con el aumento del deseo de objetos como pretende argumentar un sistema social-cultural-económico-político articulado desde el mercado y el consumo. El desear cada vez más y más genera una escalada mayor de envidia, rivalidad y violencia.

Para Girard todo deseo es mimético, aunque éste no siempre es conflictivo, pero suele serlo. El objeto de mi deseo tiene como modelo lo que los otros y otras desean. Los seres humanos nacen para querer pero sin saber qué ni cómo. Esto significa que el deseo no está determinado ni la voluntad, es como una tabula rasa donde se puede escribir todo, por tanto abierta a todas las posibilidades. Para modelar el deseo se necesita de los otros, esta es la lógica del deseo-mimético, tomar conciencia que la mimesis, la imitación, actúa como dispositivo de la rivalidad por estar en relación con las entrañas del conflicto generador de violencia.

De manera común se ha concebido la violencia como un acto individual y se ha aislado de su contexto, en el cual se generan movimientos y deseos miméticos. Esto nos lleva a ver el acto de la violencia no como un crimen aislado, sino como algo relacionado con lo social y cultural generado por los deseos miméticos violentos.

2. Mimesis, rivalidad y violencia
Para René Girard en la base de lo humano no está la violencia sino la indeterminación del deseo y la exigencia de mimesis: sólo aprendemos a querer mirando lo que quiere el otro, la otra. En ese principio de querer se anuda la violencia: el otro y yo queremos una misma cosa y ésto nos enfrenta. Cuando quiero algo suscito la envidia y se genera el enfrentamiento, la rivalidad. Sobre este fondo se entiende que la vida se convierte en una lucha de todos contra todos. Esta lógica multiplicada hasta el infinito, que para Girard será el juego de espejos, que acabaría destruyendo a todos los humanos. Aquí se manifiesta la astucia del ser humano para no acabarse. Por ello, la urgencia de que aparezca un mecanismo que garantice la tranquilidad y el equilibrio, surge la expulsión del chivo expiatorio.


Los que se enfrentan en forma indiferenciada se dividen en dos bandos y en un bando van quedando la mayoría y en el otro, alguno o algunos que aparecen como culpables de la aparición de toda violencia. Este grupo es señalado y separado como los extraños, los monstruos. Una vez canalizada la violencia hacia ellos se les expulsa, echa fuera o mata. A continuación aparece un gran silencio y finalmente surge la tan anhelada paz. Es decir, el que generó la violencia pasa ahora a generar la paz.

El encanto de la violencia

Lo que el deseo-mimético ha logrado separar, rivalizar en los sujetos, la violencia termina uniendo. Lo que parecía imposible, la unión, es lograda por la violencia. El todos contra todos, dio paso al todos contra el uno mimético. Unión que se da no tanto por el amor que se tengan, sino por el odio compartido. El odio hace que la violencia se desplace hacia un tercero, la víctima, el chivo expiatorio para lograr así mediante un ritual expiatorio en el sacrificio, el equilibrio, la paz, la calma. La víctima, el monstruo, el extraño, el chivo expiatorio, que en un primer momento es combatido, odiado, rechazado y convertido en algo no-humano, en un segundo momento es sacralizado, querido y adorado porque ha facilitado que una vez más el grupo se pueda unir y que la rivalidad termine. Esta es la estructura constante de los sistemas y sus instituciones sacrificiales, la violencia que encanta y une. La violencia que permite unir y llevar a la acción.

Los deseos miméticos son temibles porque tienden a reforzarse recíprocamente, se rigen por el principio de la escalada y de la puja. El deseo emulativo o mimético como se vio anteriormente, no siempre es conflictivo, pero suele serlo. Cuando éste es conflictivo aparece la rivalidad mimética como lo revela el escándalo bíblico de la prostituta, rivalidades que pueden terminar siendo tan intensas que podrían terminar en el asesínalo. El escándalo aparece, pues, corno un círculo de escaladas en las cuales una rivalidad conduce a otra y así infinitamente.

Como se ha dicho anteriormente la superación del caos se ha dado mediante el mecanismo del chivo expiatorio y la religión ha sacralizado esa violencia para evitar la irrupción de nuevas rivalidades y de una violencia general. De allí que Girard considere los ritos como mecanismos tera­péuticos para evitar el desencadenamiento de la violencia en la comunidad. De igual forma el mito lo define como la expresión de la culpabilidad de la víctima, es decir, la legitimación de las víctimas, para que todos se sientan seguros del hecho de su presencia y de esta forma se establezca la cultura. En el mito se considera explícitamente la culpabilidad de la víctima. En él aparece que ella hizo algo y por tanto es culpable y debe morir. Este es el origen de las prohibiciones o tabúes.

Desde esta perspectiva Girard pretende mostrar la relación entre la religión y la violencia. La violencia se ha tratado de superar creando ritos religiosos sustituyendo las víctimas humanas por la inmolación de animales para traer la paz. Esta paz, que crea la víctima no es duradera, se obtiene mediante el sacrificio religioso o el rito. Por ejemplo en Atenas se tenían ciertos sujetos desgraciados para sacrificarlos en tiempos de peligro. Destruyendo la víctima los hombres se sienten purificados del mal, es un remedio inmediato y violento que de fin a la violencia.

[1] "Los impulsos miméticos se propagan todos a una velocidad que hacen de toda una masa, una homogeneidad, y propician los cambios de rivalidad más extraños como las alianzas más inesperadas. En dichas situaciones surge el escándalo el cual ejerce el mismo efecto de mimesis ya que por fuerza de atracción de la masa ejercen un cambio de mentalidad que en vez de escandalizarse por el adversario inicial acogen el escándalo de los otros. La rivalidad mimética desempeña un papel esencial en los evangelios. Las palabras que designan la rivalidad mimética y sus conse­cuencias son el sustantivo skándalon y el verbo ekandalizeirí” girard, a Satán caer como el relámpago, p. 34.

[2] 23. René Girard nació en Avignon el 25 de diciembre de 1923, pero vive en EEU U desde 1974. donde es profesor de la Universidad de Stanford (California) desde 1981. Aunque su formación es fundamentalmente literaria, su actividad intelectual abarca todos los campos de las ciencias humanas: crítica literaria, antropología, teología, filosofía, historia. Su primera gran obra "Mentira romántica y verdad novelesca " (1961) o una de las últimas traducida por la Ed. Anagrama "Shakespeare. Los fuegos de la envidia" (1990). pueden ser etiquetadas como crítica literaria, el resto de sus obras (La violencia y lo sagrado -1972-, Las cosas ocultas desde la fundación del mundo -1978- [traducido como El misterio de nuestro mundo], El chivo expiatorio -1982-, La ruta antigua de los hombres perversos -1985-). nos revelan que esa crítica literaria está al servicio de una teoría antropológica. Y a su vez esta teoría antropológica está sugerida por una exégesis muy particular de los textos bíblicos. Es decir, Girard apoyándose en los clásicos de la literatura y, sobre todo, en los textos evangélicos nos ofrece una teoría del hombre y de las relaciones humanas. Esta teoría le permite explicar desde el origen de las sociedades y la función de la religión hasta las condiciones que hacen posible la desacralización característica de la modernidad.